La carne de pollo se ha convertido en un referente de consumo. Este animal comenzó a calar en la sociedad al término de la Segunda Guerra Mundial, pues había que alimentar a un grueso de la población que hasta ese momento sólo se nutría de cereales y necesitaban de la proteína animal. Esta tendencia continuó en las siguientes décadas hasta convertirse en nuestros días en la carne preferida por los hogares españoles a la hora de sentarse a la mesa.
Su bajo contenido en grasas, a diferencia de las carnes provenientes de vacuno, cerdo o cordero, hacen del pollo un animal saludable. Por si esto fuese poco, su económico precio juega a su favor en unos tiempos que no pasan por ser precisamente boyantes. En las clases sociales más bajas es frecuente observar cómo muchas familias tienen sus propios corrales en los que crían pollos destinados a su posterior consumo.
Los sectores de la población más acomodados no llevan a cabo estas prácticas pero, en su búsqueda constante de los alimentos más beneficiosos para su salud, se decantan asimismo por la carne de pollo. Eso sí, cada vez son más los consumidores que buscan pollos procedentes de la agricultura responsable con el medio ambientes y que estos animales sean alimentados de forma natural y criados al aire libre.